-Señor señor, ¿Le ayudo con los papeles? – Dijo el muchacho de un tirón mientras se subia al estribo del Hummer y aguantaba el equilibrio agarrándose con las dos manos al hueco de la ventana abierta.
Su inesperada aparición nos sobresaltó por unos instantes, rompiendo nuestra atención por los movimientos de las muchas personas, que aquí, en la frontera entre Belice y Guatemala, como en la mayoría de los puestos fronterizos de Centroamérica, sin aparente motivo se mueven de un lado a otro. Por razones obvias, cuando viajas, una de las situaciones en las que hay que poner los cinco sentidos, es el momento de cruzar de un país a otro.
-Ande jefecito, yo le ayudo, y no se fie de ninguno de estos que le ofrecerán mucho y no le van a solucionar nada- Continuó el muchacho refiriéndose al tropel de variopintos personajes que en aquellos momentos rodeaban completamente el coche, ahora parado y a la espera de que tomase alguna decisión antes de entrar definitivamente en Guatemala.
-¿Cómo te llamas?
-Manuel señor- Contestó a mi pregunta mientras parte de los que nos rodeaban, algunos con fajos de Quetzales, moneda nacional, en las manos se encaramaban a los estribos ofreciéndonos entre otros servicios, un buen cambio de divisa.
-Ok Manuel, tú nos ayudas- le respondí.
Manuel me tendió la mano, apretó con fuerza inspirándome confianza. Con este gesto, había trato y el resto del grupo, atento a lo que pasaba a su alrededor, se disolvió con rapidez.
-Pero no hemos convenido el importe por tus servicios – le dije mientras mantenía el apretón de manos.
-No se preocupe por eso, Jefecito. Cuando acabemos y si considera que le he sido de ayuda, me da lo que usted crea conveniente- contestó mientras mantenía firme su mirada.
-Me parece bien – Y con esta contestación, cerramos definitivamente el trato.
Me fui con Manuel llevándome conmigo la documentación del vehículo, dejándolo bien aparcado y al cuidado de Ricardo y Pablo , compañeros de trabajo y con los que hacia equipo en esta ruta.
Aprovechando nuestra estancia en México, decidimos visitar las ruinas Mayas de Tikal, ”Lugar de las Voces” en lenguaje Maya y en plena selva de Petén, Guatemala. Para ello, y desde nuestro punto de partida, recorrimos media península Yucateca, atravesamos Belice y entramos por esta frontera a Guatemala. Llevábamos muchas horas conduciendo, por lo que Ricardo y Pablo agradecieron la obligada parada.
Acompañado por Manuel, entré en Guatemala sin ningún tipo de trámite ni comprobación, dejando de lado un par de largas y desordenadas filas de personas, indígenas en su mayoría, que cargadas con los bultos más variados aguardaban turno delante de unas ventanillas enrejadas para entregar o recoger sus papeles de entrada o salida.
Unos cientos de metros más adelante, Manuel se paró.
-Debemos agarrar un Taxi que nos lleve hasta la tienda de abarrotes donde nos harán fotocopias de los papeles de la furgoneta y que le piden para pasar la frontera- dijo.
-Pero no tengo moneda nacional para pagar el taxi ni las fotocopias – le contesté ligeramente preocupado-Todavía no había cambiado y tampoco quería pagar directamente con euros o pesos mexicanos, ya que con toda seguridad me vería perjudicado en el cambio.
– No se preocupe jefecito. Ahora lo pago yo, y después cuando le acompañe a la casa de cambio, me lo devuelve. – Me sorprendió el muchacho con su respuesta.
Hicimos las fotocopias, cambiamos euros por quetzales, y acompañado por Manuel de vuelta al puesto fronterizo, saltándonos las filas de personas y mercancías que pacientemente aguardaban turno para tramitar sus papeles, fuimos directamente al interior de la oficina donde, con rapidez, dejamos resuelta toda la documentación necesaria para nuestra entrada personal y la importación temporal del auto. De esta importación, dejaron constancia con un sello en el pasaporte y con la recomendación de la importancia de revocarla al salir nuevamente del país.
Satisfechos, nos despedimos de Manuel, no sin antes liquidar con él por los servicios que nos había prestado. Se levantaron las barreras y empezamos a circular por carreteras guatemaltecas.
Los kilómetros fueron discurriendo entre el polvo de las carreteras de terracería y que levantaba nuestro Tweety cuando las breves y fortísimas lluvias tropicales no lo cambiaba por un resbaladizo barrillo, siempre influyente a la hora de manejar. Así, transitando estas pistas, observamos algunos lugares particularmente propios de la cultura y creencias de estos pueblos, como algunos cementerios, sencillos pero siempre representativos del concepto tan particular que de la muerte todavía tienen los pueblos Mayas .Despues de bordear el bello Lago Petén Itza, nos detuvimos , antes de entrar en el parque Nacional de Tikal, en una zona , donde había montado un increíble circuito de Tirolina que permitía recorrer desde las alturas parte de esta frondosa selva..
Hace calor y la humedad es alta. Accedemos por unas rústicas y primitivas escaleras de madera, hasta unas altas plataformas construidas en las copas de los árboles y desde las que, enganchados en el cable de acero de la tirolina, comienza un alucinante viaje a través de una lujuriante y espesa vegetación que, a modo de sorpresa, impide la visión del inmediato destino, y que atravesando las copas de Ceibas, el árbol sagrado de los Mayas; Caobas, Chicos Zapotes de donde se extraía antiguamente el chicle y otros árboles de esta selva, te hace sentir momentáneamente, como un moderno Tarzán.
De copa en copa, de árbol en árbol como si fuésemos monos araña, vamos cubriendo el circuito hasta llegar nuevamente a nivel del suelo. Continua el calor húmedo y pegajoso que nos acompaña durante todo el viaje y que empapa nuestra ropa.
Al llegar a la entrada del parque, una barrera , naturalmente bajada, nos impide el paso hacia el interior del mismo, Para acceder al parque hemos de pasar un control gestionado por la milicia según nos explica un joven indígena, con uniforme militar y fuertemente armado.
-Deben esperar Ustedes que mis compañeros tomen nota nota. – Nos dice mientras se encoge ligeramente de hombros mostrándonos así su impotencia.
-Tardaran mucho- pregunto
-Pues no sé – Contesta mientras nos recorre con la mirada sin mover ni un milímetro la cabeza.
-Ok, ahorita volvemos.
Y sin mover del sitio nuestro Hummer, retrocedemos unas decenas de metros, hasta un pequeño bar a pié de carretera y que habíamos superado al llegar.
Al menos y mientras esperamos nos podremos tomar un refresco que nos haga más llevadero ese calor pegajoso al que el soldadito que nos atendió parecía inmune, pues a pesar del completo uniforme, la gorra y el pesado armamento que portaba, no daba muestras de tener nada de calor. Normal, estaba en su hábitat natural.
El “bareto” , una simple y pequeña barraca de madera, con un colorista cartel en la entrada “Entre cuates Venado” que invitaba a la entrada, guardaba para nosotros en su interior una sorpresa: La única mesa que había, además de una pequeña barra (todo rústico, de madera) estaba totalmente ocupada por el resto de la guarnición militar que formaba el control de entrada al parque, todos ellos, y sin ninguna consumición a la vista, pendientes de un viejo televisor que, sobre un estante en una de las esquinas de la barraca emitia, en aquellos momentos y en directo un partido de futbol. ¡Estaban viendo al Barça ¡!! Nuestra sorpresa llegó a extremos increíbles al comprobar, que además, todos aquellos soldados eran verdaderos forofos del club blaugrana y ¡ estábamos en pleno corazón de las selvas de Petén, en Guatemala!. Evidentemente, no nos faltó tema para entablar una animada conversación con ellos.
-Quieren ustedes sentarse ? – nos preguntó uno de ellos, mientras otros iniciaban un movimiento para levantarse.
-No, no os preocupéis. Vamos a tomarnos un refresco aquí en la barra y ya después , cuando acabe el partido pasaremos al Parque. – Les contesté mientras pedia al joven de detrás de la barra unas bebidas.
Mientras nos bebíamos los refrescos, acabó el partido. Los militares siempre contentos y animados con sus charlas y comentarios, se levantaron, tomaron sus armas y se dirigieron hacia la caseta de entrada, no sin antes indicarnos que cuando quisiésemos nos franquearían la entrada al parque, aunque era mejor que, dado de que faltaba poco , esperásemos hasta las 15,30 para acceder , pues a partir de esa hora, solo tendríamos que pagar la entrada del día de mañana.
El localcito quedo en medio silencio, únicamente roto por el comentarista que ahora ocupaba la pantalla del tv. el zumbido de un ventilador que colgando del techo, intentaba hacer más llevadera la alta temperatura ambiental, y el ronroneo del generador que en el exterior trabajaba para alimentar al resto de aparatos.
Salimos del bar y nos dirigimos hacia la barrera. Allí volvimos a comentar incidencias del partido con los militares. Tomaron nuestros datos, nos dieron un justificante del pago en Quetzales de la entrada, válida para un día, ya que se paga por persona-día y un pequeño folleto con información general. .
-Recuerden de no sobrepasar los 40 Km/hora , velocidad permitida en esta carretera y hasta que lleguen a la zona de aparcamiento. Tampoco deben ustedes tocar las bocinas de la furgoneta- Nos informaba uno de los soldados mientras nos daban un boleto donde constaban la hora y los datos de nuestro vehículo .
-Este boleto se lo entregan Vds. al compañero del aparcadero en cuanto lleguen- Dijo mientras indicaba al soldadito que nos había informado al principio de que nos levantase la barrera.
Entramos en el Parque Nacional de Tikal. Disfrutamos de la conducción tranquila durante los 17 kilómetros de selva que nos separan del aparcadero y zona de lodges y cabañas.
A la llegada, ante otra barrera de control y según nos habían indicado, hacemos entrega del boleto al funcionario que allí se encontraba .
-Señor- le dije mientras le entregaba la boleta- ¿Para qué sirve este papelito?
-Mire usted- me explica- Como puede usted ver, aquí pone la hora en la que salió del control de entrada. Si Vd. Llega antes de un determinado periodo de tiempo, quiere decir que ha sobrepasado la velocidad máxima permitida, y entonces debería sancionarlo. Vd. Actuó correctamente. Puede pasar. – Y dicho esto, levantando la barrera nos franqueó la entrada indicándonos donde podíamos dejar el Hummer. Sencillo y efectivo .
Dimos una vueltecita por las instalaciones, cenamos y nos fuimos a dormir a nuestras cabañas antes de que cortasen el suministro eléctrico, no sin antes haber contratado un “guía certificado” para que al día siguiente nos llevase a ver amanecer sobre aquellas selvas.
Eran las cuatro de la madrugada cuando nos levantamos. Tuvimos que echar mano de nuestras linternas para movernos por el interior de la cabaña. No había luz. A partir de las 9,30 de la noche apagaban los generadores quedando toda la zona a oscuras hasta la nueva puesta de Sol. Nos dirigimos al punto de encuentro. La temperatura era soportable, pero la humedad continuaba alta.
-Buenos días. Estamos en retraso. Vamos a tener que ir deprisa, el Sol no espera.- Nos saludó el guía que en la oscuridad total del aparcadero, nos esperaba linterna en mano.
– Mi nombre es Miguel . Veo que los tres traen sus linternas. Síganme y no se separen. Vamos.- Apuntó su linterna al suelo, y dando media vuelta empezó a caminar con paso decidido.
Nos quedamos petrificados. Miguel, nuestro guía, al girarse nos mostró la carga que portaba a la espalda: Un pesado kalashnikov que le cruzaba desde el hombro hasta la cintura.
El arma , desfiguraba totalmente la imagen de campesino que, nuestras linternas, nos había dado al verlo de cara por primera vez: Pantalón ligero sobre el tobillo, pies desnudos calzados con sandalias abiertas, gorro tipo panamá de paja amarillo que hacia destacar una tez morena , unos rasgos no necesariamente indígenas y un poblado mostacho .No le dimos importancia a la correa que , sobre la camisa azul claro, le cruzaba el pecho y que creimos soportaba un macuto o mochila.
Caminábamos rápido siguiendo al guía. Nuestra inexperiencia y la oscuridad que nos envolvía hacia que fuésemos tropezando continuamente con las raíces y piedras que sobresalían del camino. Aún así, aceleré el paso hasta ponerme a su altura.
-Miguel, ¿para que llevas “eso” a la espalda? – pregunté entre tropezón y tropezón.
-No se preocupe patroncito. Es como si no lo llevase, no lo necesitamos para nada- Me respondió mientras apretaba el paso sin darnos la posibilidad de continuar con la conversación.
Nuevamente nos íbamos quedando rezagados. Nos costaba seguir su ritmo. Ya lo había dicho al principio: El Sol no espera. Seguimos apretando el paso pero las sorpresas no habían acabado.
Unos cientos de metros más adelante, quedamos totalmente petrificados por el terror. Un increíble rugido, proveniente de la oscuridad selvática, nos heló la sangre y nos paralizó el jadeo. Manuel seguía delante a buen paso. Como vimos que ni se inmutaba, sin hacer ningún comentario, continuamos tras él, más pendientes ahora de la negra espesura que nos rodeaba, que de las incidencias del camino.
El siguiente rugido fue mucho más escalofriante que el primero. Lo identificábamos en nuestra imaginación con el del jaguar, animal sagrado para los Mayas, y que, tal vez, sintiéndose molesto con nuestra intromisión en sus dominios , avisaba de su enfado y de un posible e inmediato ataque. Para nosotros y en aquél momento, cobraba sentido el kalashnikov de Manuel. Pero no, esto no era posible en nuestros tiempos, aunque aquí estábamos en plena Selva, fuera de los parámetros con los que nos manejábamos en nuestra vida diaria.
También pasó por nuestra imaginación en un enfoque turístico comercial de la zona , que los responsables del lugar, hubiesen colocado altavoces en medio de la selva, por los que emitían esos rugidos previamente grabados y como reclamo de turistas..
El tercero hizo temblar los árboles. En un segundo nos pusimos los tres a la altura de Miguel.
– Miguel, ¿y esos rugidos?
-Perdone patroncito, debí habérselo advertido. Es el mono macho, que a estas horas cuando despierta, lo primero que hace con esos aullidos es marcar sus territorios advirtiendo a otros machos para que no se acerquen. El aullido se oye a varios kilómetros a la redonda. No se preocupen ustedes. Dentro de unos minutos, pasaremos por debajo de ellos. Son inofensivos- Nos contestó sin disminuir su ritmo de marcha.El sol no espera
Efectivamente, un poco más adelante, unos ruidos en las copas de los árboles, nos indicaron la presencia de los primates, a los que pudimos ver fugazmente. Estaba clareando, se iniciaba el amanecer. Posteriormente identificamos a esa especie de monos, bastante común por estas selvas tropicales. Es el mono aullador, de pequeño tamaño , tamaño que no se corresponde con la potencia de su aullido, que aunque se denomine así, para mí fue un verdadero y potentísimo rugido. Son totalmente inofensivos por lo que la carga que portaba Manuel a la espalda, continuó siendo un enigma para nosotros , probablemente un episodio puntual y concreto del que no obtuvimos ninguna información.
Llegamos al pié de uno de los templos que conforman la mayor ciudad Maya descubierta hasta la fecha . Pirámide de piedra de más de cuarenta metros de altura, rematada por una crestería también de piedra que debiamos escalar hasta su plataforma superior desde donde contemplaríamos el increíble espectáculo del nacimiento de un nuevo día sobre las selvas de Petén. Para ello debíamos utilizar una rústica escalera construida con troncos de madera procedentes de la misma selva y que adosada al lateral del templo nos llevaría hasta nuestro privilegiado observatorio.
Antes de subir, nos despedimos de Miguel.
-Gracias Miguel, por habernos traído hasta aquí.
-Por nada patroncito. Lo importante es que hemos llegado a tiempo. Después, ya de día, y de regreso, pueden ir visitando el resto de los monumentos. – Nos respondió atento.
-Toma esto- Le dije mientras, a pesar de haber pagado sus servicios al contratarlo el dia anterior, le entregaba unos quetzales a modo de gratificación personal por su amabilidad para con nosotros en aquella carrera matinal .
-Gracias patroncito, pero nos está totalmente prohibido aceptar propinas. Puede considerarse como un soborno, mordida,corrupción, llámele como quiera, pero de darse el caso, sería una ofensa para nosotros.- Nos contestó mientras su cara se iluminaba con una gran sonrisa , muestra de su satisfacción por habernos atendido legalmente. Un buen tipo Manuel.
-Gracias nuevamente Manuel, y perdona por lo de la propina. – Nos despedimos de él, extrañados ante una conducta tan legal, máxime conociendo personalmente la actuación de la mayoría del funcionariado de estos países, donde la corrupción es parte natural de su comportamiento.
Empezamos a subir. Ya no necesitábamos de las linternas. Estaba amaneciendo. Al llegar a la plataforma, nos acomodamos y empezamos a maravillarnos con el espectáculo que día tras día y durante siglos, la naturaleza brindaba a sus espectadores.
El horizonte se iluminaba por momentos. Toda la paleta de colores, en su amplitud, desde los azules añiles hasta los naranjas saturados se fundían con la neblina que la humedad selvática iba liberando a modo de saludo, difuminando la tierra en un mar de sombras todavía imprecisas y cuyas formas empezaban poco a poco a definirse.
El astro rey todavía no se había asomado. Lentamente empezaron a bocetarse sobre el lienzo nebuloso y coloreado del horizonte las primeras siluetas piramidales de las ruinas de otros templos que con sus alturas de hasta 70 metros, como un edificio de más de 20 pisos, sobresalían altivas sobre el océano oscuro y húmedo de la selva que allí abajo ocultaba sus bases.
El sol estaba a punto de aparecer. Los bocetos iniciales se iban convertido en dibujos definidos. Los templos destacaban limpiamente sobre el azul del cielo, la selva tomó cuerpo mostrándonos la riqueza de su variada y colorista vegetación y la neblina se convirtió como broche decorativo sobre esta obra de arte en un hermosísimo arco iris .
Y salió el SOL. Ascendió con la rapidez propia de los trópicos. Portador de esa magia que repitiéndose todos los dias, nos ha hecho pensar , en que hace muchos años, antiguos moradores de esta ciudad de Tikal, sentados en este mismo lugar, contemplaron amaneceres como este teniendo los mismos pensamientos y los mismos sentimientos que hoy hemos tenido y sentido nosotros… Magia pura.
Ya de vuelta, en el camino y mientras visitábamos el resto de las ruinas, nos topamos nuevamente con los “aulladores”, nuestros ya conocidos animalitos que, sin fundamento, tanto temor nos causaron en la ida.