Continuando por la provincia de Navarra, hacia el Norte, a través del valle de Ezkoa, llegamos a Orbaitzeta, puerta de entrada a la Selva de Irati, una de las extensiones de hayedo-abetal más importantes de Europa y donde antes de continuar en nuestra ascensión hacia el Monte Urkulu, visitamos la antigua Real Fábrica de Armas de Orbaitzeta.
Al pasear por entre sus ruinas, pues al día de hoy es lo único que queda de la antigua factoría, las piedras que tantas veces escucharon el golpear de los martillos, el chirriar de las poleas y el rodar de los tornos, que se iluminaron con el resplandor de sus hornos, y calentaron con las masas de metal fundido mientras moldeaban piezas para la guerra, intentan explicarnos parte de su nacimiento, apogeo, decadencia y muerte. Con su ayuda y un poco de imaginación, podremos trasladarnos a aquellos años del siglo XIX.
El viento, que se mueve entre esas piedras nos trae el sonido de las aguas del arroyo Legartza, que rápidas discurren a sus pies, sin necesidad como antaño de tener que distraerse a mover poleas, enfriar metales o saciar la sed de los herreros que, relucientes de sudor golpeaban regularmente el metal candente sobre los fuertes y sufridos yunques. Ahora las aguas raudas, y libres no se detienen, corren por debajo de los arcos de piedra, igual que lo hacen desde 1784 año en que se inauguró esta “Real Fábrica de Armas de Orbaitzeta”, aunque esta se construyó sobre las instalaciones de una antigua Ferrería construida en 1432 y que ya entonces trabajaba los abundantes metales de este valle, hierro, plata y plomo.
Al parecer, un acuerdo en el que se cedía gratuitamente la antigua ferrería y sus Montes Comunales a la Corona Española, a cambio de la construcción de la fábrica, ya que traería riqueza y trabajo al Valle y a sus moradores, se efectuó fraudulentamente y con engaños por parte de La Corona.
La fábrica, en vez de traer prosperidad y bienestar a los moradores del Valle, actuó totalmente al contrario haciendo, con su emplazamiento, que estas gentes, sufriesen en sus propias tierras, los avatares y penurias propias de las cinco guerras que se desarrollaron durante aquella época, llegando incluso a ser ocupada y destruida por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia.
La Fábrica, ceso totalmente su actividad en 1884. A pesar de ello, los vecinos del Valle de Aezkoa que venían luchando por sus derechos desde el momento de su construcción y puesta en marcha, no los vieron resueltos y debieron seguir en litigios hasta el año 1979 en el que les fueron, paulatinamente, devueltos sus Montes. Aún hoy en día continúan este tipo de problemas con la fábrica propiamente dicha.
Por la parte superior de la zona ocupada por los restos, se encuentran las antiguas viviendas de los trabajadores, así como la plaza con la iglesia que daba acceso a todo el conjunto. Los edificios que conforman esta zona se encuentran en un estado de conservación bastante aceptable, debido principalmente a que siempre han estado habitados y cuidados por sus moradores, mientras que la fábrica se ha convertido en una total ruina, tal y como decía, por haber sido, desde su cierre, totalmente abandonada y dejada en manos de la naturaleza, que poco a poco ha ido recuperando sus espacios.
Actualmente estas ruinas se encuentran catalogadas como “Lista roja de Patrimonio en Peligro”, a la espera de su reconstrucción.
Pasamos a la izquierda de la iglesia, y allí tomamos una pista hormigonada, en dirección norte, que nos llevará hasta esas tierras altas que delimitan la frontera con Francia.
Mientras ascendemos por unas pistas en perfecto estado de conservación vamos cambiando la zona boscosa, cuyos arboles alimentaron en su día la fábrica de armas que estamos dejando atrás, por verdes prados y unas vistas panorámicas que llenan los sentidos. Llegados al alto, a esa zona fronteriza en la que prácticamente no existen o casi no se perciben las señales delimitadoras entre los dos países, las pistas discurren entre uno y otro sin ningún tipo de problemas, únicamente el que uno mismo se quiera plantear ante la incógnita de si rueda por España o por Francia.
Al pasear por estos verdes y ondulados prados, recordamos la diferencia con el paisaje por el que circulamos tan solo hace unos días y del que nos separan menos de doscientos kilómetros: Las áridas y semidesérticas formas de Las Bardenas Reales, de la que hablo en este mismo Blog. Paisajes totalmente diferentes, de belleza inigualable ambos y que forman parte de la variada riqueza natural de Navarra y por extensión de toda España. Esto es una de las partes esenciales y que según mi protocolo, forman los pilares de mi proyecto: mi Transibérica.
Volviendo a esas tierras altas, encontramos variedad de monumentos megalíticos en sus clásicas formas: Dólmenes y Crómlechs . Estas construcciones prehistóricas, podían tener un carácter funerario o religioso. De diferentes medidas y dimensiones se encuentran en todo el mundo, aunque es en los países de la costa atlántica de Europa donde podemos encontrar un mayor número de estas construcciones.
Crómlech, palabra de origen bretón, significa círculo de piedra y está compuesto de varios menhires clavados en el suelo que pueden tener un dintel cada dos o no, formando círculos de varias dimensiones.
Parece que estos del pirineo Navarro, de la Edad de Hierro, formaban parte en su día de construcciones mucho más grandes, de las que han quedado estos pequeños pero interesantes restos. En euskera se denominan harrespil.
Dejamos atrás estas obras megalíticas, y continuando por la pista, entrando y saliendo de España, llegamos al Collado de Arnostegui, en tierra Navarra, a 1400 metros de altura y donde se alza el monte Urkulu.
Este monte, tiene una atracción especial, al estar coronado por una torre romana de más de 2000 años y de difícil justificación al no estar muy claro todavía el motivo de su construcción. Según algunos estudiosos, fue levantada como conmemoración a la conquista de Aquitania y posiblemente también como puesto fronterizo, ya que se encuentra en la calzada romana que une Astorga con Burdeos.
De cualquier forma, esa construcción romana del siglo I AC. No deja de ser una visita obligada y curiosa que nos sorprenderá y no nos dejará indiferentes por lo insólito y enigmático de su ubicación, en un lugar Que toca el cielo, rodeado de la nada.
Sus coordenadas
Y regresamos para recorrer y conocer otros parajes .